miércoles, 11 de julio de 2012

Tolerancia


"Creo que una brizna de hierba no es inferior a la jornada de los astros
y que la hormiga no es menos perfecta ni lo es un grano de arena…”
Walt Whitman
Hace unos días, mientras el programa estaba al aire, en ese preciso instante, surgieron en mí varias inquietudes, al hablar de tolerancia nos preguntamos, en dónde radica la base de tan valioso precepto, indispensable para convivencia del ser humano. ¿Cuándo la intolerancia se vuelve un peligro, una amenaza hacia nuestra propia especie? No pude dejar de pensar en cuantas veces algo o alguien me ha parecido sencillamente insoportable, parto entonces del hecho de que la ejecución del acto de intolerancia, parte de la capacidad que tenemos de imponer nuestro criterio, es decir, del poder que somos capaces de ejercer sobre una o más personas. La historia del poder es la misma historia de la civilización, en tal virtud, desde hace miles años todo lo que atente contra el poder establecido simplemente es intolerable, cuando atacamos verbal o físicamente a una persona o un grupo de personas, individual o colectivamente, defendemos una creencia; de que obramos bien en contra de quienes obran mal, todo esto enmarcado dentro de un parámetro de principios y valores que pueden o no, ser concordantes con un gobierno, una religión, una orientación sexual etc., lo absurdo de todo esto es que pocas veces nos tomamos la molestia de conocer el motivo por el cual una persona piensa, habla, viste, piensa, opina o vive de manera distinta a nosotros, comúnmente restamos importancia a todo lo que nos es ajeno, vivimos alienados por un mundo que nos desnaturaliza como humanidad y se empeña en convertirnos en autómatas, presas de nuestra propia capacidad de ignorar un rostro ajeno al que vemos en el espejo. Si, el poder es la guillotina que decapita la razón y el sentido común, cuando de ser tolerantes se trata, pero el egoísmo y la apatía por el destino de nuestra propia especie es, en realidad, la antesala del abuso y la violencia.